Las despedidas van a ser parte inevitable de nuestro viaje. Hoy nos toco vivir la primera, ese momento intenso que no queremos que llegue, pero que a la vez es como tomar una píldora concentrada de sentimientos y hace ver como en las películas, en cámara rápida, varios momentos que queremos retener junto a esas personas.
Después de mucho dudar decidimos al final no tomar la ruta a Chile, el fraude mecánico que sufrimos en San Julián nos desajusto mucho el presupuesto, y por eso, lo analizamos bien y elegimos por ahora seguir sin desviarnos por la ruta argentina. Las torres del Paine nos seducían mucho, pero quedara para otro viaje, dentro de unos años, capaz en bicicleta o en el motorhome que soñamos tener…
Marion y Julian, siguieron su camino hacia Puerto Natales y nosotros al Calafate, y en el cruce de rutas del pueblo “La Esperanza” (que cuenta tan solo con menos de 100 habitantes) nos dimos un fuerte abrazo, separamos sus chirimbolos de los nuestros y así nos despedimos.
Pasamos juntos 22 días. Fue una gran experiencia compartir nuestro pequeño espacio, apretados, pero felices de poder ayudarlos, sabemos que de algo sirvió nuestro empujón en su viaje de mochilas a cuestas.
Conocimos dos grandes viajeros, fieles a sus principios militantes y por qué no decirlo, con aires de auténticos hippies. Café y cigarrillo en mano como una extensión más de su cuerpo nos transmitieron un poco su paz y su andar sin prisa. Les deseamos la mejor de las suertes en la ruta y el “dedo”. Ojala el camino nos vuelva a encontrar.
Después de mucho dudar decidimos al final no tomar la ruta a Chile, el fraude mecánico que sufrimos en San Julián nos desajusto mucho el presupuesto, y por eso, lo analizamos bien y elegimos por ahora seguir sin desviarnos por la ruta argentina. Las torres del Paine nos seducían mucho, pero quedara para otro viaje, dentro de unos años, capaz en bicicleta o en el motorhome que soñamos tener…
Marion y Julian, siguieron su camino hacia Puerto Natales y nosotros al Calafate, y en el cruce de rutas del pueblo “La Esperanza” (que cuenta tan solo con menos de 100 habitantes) nos dimos un fuerte abrazo, separamos sus chirimbolos de los nuestros y así nos despedimos.
Pasamos juntos 22 días. Fue una gran experiencia compartir nuestro pequeño espacio, apretados, pero felices de poder ayudarlos, sabemos que de algo sirvió nuestro empujón en su viaje de mochilas a cuestas.
Conocimos dos grandes viajeros, fieles a sus principios militantes y por qué no decirlo, con aires de auténticos hippies. Café y cigarrillo en mano como una extensión más de su cuerpo nos transmitieron un poco su paz y su andar sin prisa. Les deseamos la mejor de las suertes en la ruta y el “dedo”. Ojala el camino nos vuelva a encontrar.
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